No es cosa de locos

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No es cosa de locos

Tiempo de lectura: 7 minutos

Por: David “Chato” Romero

 “Publicado en revista Caja de Resonancia Asocajas, edición 32 octubre 2019”.

La primera imagen que se le viene a la cabeza a muchas personas cuando les hablan de salud mental es en un manicomio o clínica de reposo y lo personifican con un psicólogo o psiquiatra en un cuarto con diván. Este juicio nace de la creencia cultural de pensar que la salud mental es cosa de otros. Es justamente ese último “estigma” o – como los expertos consultados le llaman – el que ha dificultado que se hable sin tapujos o tabús de la salud mental de los colombianos. 

Martha Duarte es una comerciante de textiles de 52 años que vive en Bogotá y que debió afrontar, junto con su familia, la demencia senil de su padre. Cuenta que entender su situación fue difícil y romper con los mitos para una atención en salud llevó tiempo: “Uno no está preparado para enfrentar las enfermedades mentales. Cree que solamente se resume a estar loco o que con cuidados en la casa la situación mejorará. Termina uno es confiando en Dios para que se acuerde de él”, comenta. 

Martha reconoce que se avergonzaba de la enfermedad mental de su progenitor, quien falleció hace cuatro años. Y ese sentimiento de ella es el que tienen muchas personas cuando van a pedir ayuda. “Hay quienes consideran o temen ir a un psicólogo porque creen que los van a tildar de locos y genera una especie de auto estigma y culpas. En otros países la salud mental es tan importante y normal como ir al odontólogo”, indica Mauricio Aponte, médico psiquiatra e investigador de la Universidad Externado de Colombia.

Por eso, hoy en día existen otros elementos a considerar para construir una definición de salud mental más completa. De hecho, se debe tener en cuenta que en el Plan Decenal de Salud Pública (PDSP), la dimensión de salud mental se refiere a la convivencia, las relaciones interpersonales respetuosas, equitativas y solidarias, el sentido de pertenencia, el reconocimiento de la diferencia, la participación en el logro de acuerdos, el ejercicio de los derechos humanos que buscan el bien común y el desarrollo humano y social. 

Dicho de otro modo, no es sólo cuestión de tener una camisa de fuerza, sino de temas cotidianos. “Empecemos a identificar los lugares de la vida cotidiana como protectores de la salud mental. Las escuelas, colegios, universidades, oficinas, son espacios que deben transformarse para evitar problemáticas como el matoneo” anota Aponte.

Desde el lado gubernamental, Nubia Bautista, Coordinadora del Grupo de Gestión Integral para la Salud Mental del Ministerio de Salud y Protección Social, destaca que “el estigma lo estamos abordando con campañas de prevención para mitigar la discriminación que no solo es relacionada con vergüenza para acudir sino también lo hemos identificado por género o etnia”.

El Ministerio de Salud reporta lanzamientos de política en el que han participado más de cinco mil ciudadanos y el acompañamiento de importantes centros de investigación como la Fundación Saldarriaga Concha que hizo un estudio específico sobre estigma en la salud mental. “Este estudio nos permitió abordar y sensibilizar en los territorios a los diferentes agentes que participan en el sistema de salud para fortalecer el modelo de prevención y atención”, agrega Bautista. 

Los avances legales

Ha sido tan difícil hablar del tema, como quien tiene un nudo en la garganta. Solamente hasta el año 2013 el país pudo contar con una Ley de Salud Mental (Ley 1616) que, en su espíritu, busca garantizar el derecho de todos los ciudadanos a una atención integral e integrada. “La ley de Salud Mental es un gran avance con intenciones muy loables y esperadas por todos los que trabajamos en este tema. Sin embargo, estamos aún muy lejos entre ese espíritu bienintencionado de la norma y la realidad de las prácticas médicas para llegar a tener un buen cuidado de la salud mental de los colombianos”, dice Mauricio Aponte. 

Y aunque no se descubrió la rueda, si permitió trazar una hoja de ruta, ver un horizonte que estaba nublado y que se estaba despejando con todas las complejidades que trae entender la mente humana. Solo dos años después de la Ley, en 2015, y tras más de una década de espera, el Ministerio de Salud realizó la Encuesta Nacional de Salud Mental para ampliar la información disponible sobre las emociones y bienestar de todos nosotros. Se visitaron 19.564 hogares, de los cuales, hay información de 13.555. 

La foto que toma la publicación muestra que 47% de los hombres y 46,9% de las mujeres consideran que estar con buena salud física y gozar de buena alimentación y descanso contribuye a tener una buena salud mental. Lo resume mucho mejor el refrán popular: mente sana en cuerpo sano. Y da luces sobre la situación socioeconómica cuando se adentra en las prioridades de la población. Un ejemplo en la Encuesta es que “solo aparece una distinción cuando se comparan los grupos de edad en situación o no de pobreza, ya que las personas de 18 a 44 años incluyen dentro de los cuatro primeros lugares (prioridades): Tener todas las comodidades, que no le falte nada”.

Otro de los hallazgos que sobresale es la carga laboral como uno de los factores que más puede alterar el bienestar de una persona. “Dada la importancia de lo laboral en la salud mental, su influencia en la identidad de cada persona, y en la seguridad económica de un individuo y de su familia, se hace necesario una mayor integración entre lo laboral y lo mental, que permitan promover al ser humano” anota el informe.  

Nubia Bautista nos habla de la salud mental, que aborda más que la enfermedad: “Orientados por la ley hemos expedido una serie de reglamentaciones en donde destacamos la actualización de la política pública en materia de prevención y atención de pacientes y no basados únicamente en el enfoque que se tenía antes (1998) de saber cuál medicamento es mejor o cuál psicoterapia. Ahora estamos en un modelo de inclusión social, prevención y atención”.

Y en cuanto al acceso, en el Ministerio de Salud destacan que los niveles de consulta externa se han venido mejorando de manera progresiva y se puede evidenciar un incremento del 70% hoy frente hace cinco años: “Sabemos que hay problemas en la continuidad y calidad de atención en el que estamos resolviendo con las líneas de acción definidas por la ley: promoción, prevención, servicios, rehabilitación e inclusión social”, agrega Bautista. 

Pero es el enfoque lo que permite poner sobre la mesa diferentes opiniones: Carolina Corcho, psiquiatra de la Universidad Nacional y vicepresidente de la Federación Médica Colombiana, expone que: la salud mental tiene que ver con un estado de bienestar en el ser humano y no solamente de rutas de atención. El Ministerio de Salud ha venido trabajando en las rutas de atención en donde segmentan los servicios y ponen al usuario a elegir si va a salud mental, tratamiento de sustancias psicoactivas o por cada evento o patología. Resulta que el ser humano no funciona así porque somos integrales y lo que sí termina pasando es que genera cadenas de negocios en la salud”.

Para Mauricio Aponte, “el diseño o la arquitectura institucional de la salud se estrella con las necesidades de los pacientes. Sigue presentando mucho tiempo de respuesta para que una persona pueda acceder a un servicio especializado en psicología o psiquiatría y es en ese punto donde se debe mejorar”. 

En este sentido aparece otro asterisco a la hora de hablar de acceso y que es reconocido por el Ministerio de Salud: “No hay suficientes profesionales en estas áreas. Por lo que requerimos que los médicos generales, psicólogos y las enfermeras sean capaces de atender y diagnosticar los problemas mentales”, dice la coordinadora del Grupo de Gestión Integral para la Salud Mental de la entidad.

Por esta razón durante 2019 el Gobierno Nacional hará 15 formaciones en el mismo número de territorios que tienen una deficiencia y brecha de atención en salud mental muy grandes como: Tumaco (Nariño), Buenaventura (Valle del Cauca), Quibdó (Chocó), Maicao (La Guajira), Puerto Carreño (Vichada), Mitú (Vaupés), Florencia (Caquetá), entre otros, para que los primeros respondientes tengan mejores habilidades que permitan fortalecer la respuesta y calidad en la atención. 

‘Gusfraba’

La película Locos de Ira utiliza la palabra Gusfraba, una variación del término “arrullar” que las madres utilizan para calmar a sus hijos y que traemos a colación para mencionar la necesidad de saber manejar las emociones y buscar entender la agresividad de una sociedad como la colombiana y en eso cabe la responsabilidad de todos. 

Por años se ha buscado explicar de una manera simplista que el colombiano es agresivo por el largo tiempo que ha vivido en medio de un ambiente de violencia. En este punto, el investigador de la Universidad Externado de Colombia señala que: “si la agresividad de la sociedad podría explicarse desde el conflicto armado también se debe tener en cuenta que hay otros factores que hoy son más visibles y que contribuyen a esa agresividad cotidiana como medios de comunicación amarillistas que presentan la realidad de una manera catastrófica”. 

En este punto valdría hacer un ‘mea culpa’ a la hora de presentar la información a la Opinión Pública. Recientemente, se produjo un suicidio en la Universidad Javeriana, mi alma mater para claridad del lector. Los sistemas informativos reportaron el hecho y describieron los detalles del suceso. Fallamos como periodistas a la sociedad y la razón la da la médica psiquiatra de la Universidad Nacional: “Frente al suicidio, los expertos en el mundo han dicho claramente que si se presenta un hecho de esta naturaleza no se deben describir los detalles ni mecanismos ya que puede ser un detonante de más casos en otras personas que quieran también terminar con su vida”.

Retos de la salud mental en Colombia

Si bien la Ley de Salud Mental es considerada en América Latina como una de las mejores logradas en la región, son varios los puntos que se deben revisar para que su implementación beneficie a los ciudadanos: “Yo creo que se debe apostar a que sea permanente el esfuerzo más en un período como en el que estamos transitando de pos-acuerdo y que se convierte en una oportunidad”, manifiesta Aponte.

Para Carolina Corcho, “la visión que contempla la Ley de Salud Mental es imposible de implementar con el actual Sistema de Salud porque no se concibe el tratamiento desde la comunidad cuando en el mundo entero se encuentra centrada desde la perspectiva en lo comunitario o extramural. En muchos países de Europa, la unidad de salud psiquiátrica donde se encierra la persona está siendo abolida y se está apostando por una visión social con las comunidades en donde viven los pacientes”.

El Ministerio de Salud viene trabajando en cooperación con el Gobierno de Dinamarca para entender las relaciones entre los estigmas, la violencia y salud mental en cinco territorios priorizados por temas de posconflicto y, de esta manera, realizar una intervención y evaluación que permita definir una hoja de ruta de mediano plazo para otras zonas. 

Pero a lo largo de este recorrido, sin duda, el principal reto que muestra la Encuesta de Salud Mental es que la mitad de las personas que saben que tienen necesidades de servicios de psicología, psiquiatría o relacionados deciden no acudir porque no lo consideran necesario o por simple vergüenza. “En Colombia no se ha tenido un debate fuerte y profundo sobre psiquiatría y eso genera prejuicios en la sociedad. Por eso han surgido iniciativas de la Asociación Colombiana de Psiquiatría que buscan tumbar ideas en la gente como: si se va al psiquiatra es porque usted está loco”, concluye Corcho.

Y como en un proceso de autodescubrimiento, la sociedad debe dar el primer paso dirigido a aceptar la realidad y necesidad que tiene en salud mental y empezar el largo camino de trabajar para resolverlas. De romper con el qué dirán y encontrar la forma de desahogar las emociones represadas, la agresividad contenida en una cotidianidad estresante y maltratante. 

 “Publicado en revista Caja de Resonancia Asocajas, edición 32 octubre 2019”.